¿Fin del show Milei? El reality libertario se quedó sin rating ni guion

Javier Milei salió a comerse el mundo y volvió con las manos vacías. Quiso instalar jueces propios en la Corte Suprema como si estuviera jugando al T.E.G, pero ni los suyos lo bancaron. Lo rechazaron hasta los senadores que se sacaban selfies con él hace tres meses. La realidad lo cacheteó sin anestesia: no alcanza con gritar “¡viva la libertad, carajo!” para construir poder. Ni adentro, ni afuera.

 El intento de ubicar a Ariel Lijo y García-Mansilla en la Corte terminó en papelón. No fue una derrota legislativa, fue un papelón político: 43 y 51 votos en contra. Fin del acting. Fin del plan. Milei, que se jacta de no negociar con la casta, ahora se queda sin fichas para jugar. El problema no es que no negocia: es que no sabe cómo hacerlo.

Trumpgate: ni gala, ni foto, ni abrazo

Del lado internacional, el panorama es igual de patético. Su “gran foto” con Trump terminó siendo una comedia de enredos. La sobreactuada diplomacia paralela de Karina Milei con influencers de Miami no alcanzó ni para un apretón de manos. Trump llegó tarde, Milei se fue antes, nadie entendió nada y Glen Parada —un ignoto organizador— salió a ventilar el chisme en redes. Resultado: cero repercusión, cero respeto.

 Gerardo Werthein, el canciller showman, ahora corre detrás del bochorno para intentar que lo de Mar-a-Lago no termine de hacer agua. La diplomacia libertaria es un reality sin guion ni plan. Así como no sabían qué decirle a los excombatientes en el acto de Malvinas, tampoco saben cómo reaccionar cuando un supuesto “aliado ideológico” los deja plantados.

Victoria 1 - Milei 0

 La interna libertaria también está al rojo vivo. La vice Villarruel se plantó y no le frenó la sesión al oficialismo, lo que dejó al descubierto que ni los suyos están dispuestos a bancar las locuras del jefe. En La Libertad Avanza lo leyeron como traición. Ella, firme. Él, desquiciado. El operativo para salvar la cara fue tan improvisado como inútil. Abdala, el presidente provisional del Senado, se negó a bajarse del reglamento. ¿La respuesta del mileísmo? Acusaciones de “golpe institucional”. Sí, como si fuera 2001. Triste.

¿Anti-pacto o torpeza total?

 Milei dice que no pacta con nadie, pero mientras tanto mandaba operadores a negociar con el PJ para armar una Corte a medida. Todo voló por los aires cuando Estados Unidos le prohibió la entrada a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Fue una jugada coordinada con la Rosada? CFK cree que sí. Y si lo fue, fue de una torpeza estratégica enorme. Si no lo fue, es todavía peor: quiere decir que Trump le maneja la política interna al presidente argentino sin siquiera avisarle.

El show del peronismo roto

Mientras el Gobierno se desangra, el peronismo protagoniza su serie favorita: La ruptura que no se animan a contar. Axel Kicillof juega al heredero rebelde y acelera una salida controlada del kirchnerismo, como si eso fuera posible sin que vuele todo por los aires. Rompe con Cristina, pero lo hace a su estilo: sin decirlo, aunque haciendo todo para que se note. La quiere jubilar, mientras se prueba el traje de conductor con la timidez de quien sabe que todavía le queda grande. Cristina, por su parte, no se inmuta. Observa, espera y mueve fichas. No necesita estar en la boleta, claro. A menos que Axel desdoble, y entonces —oh, sorpresa— podría terminar encabezando la lista de legisladores provinciales. No por ego, por supuesto, sino por “estrategia”. Massa, testimonial. Los intendentes, en modo “esperar y ver”. ¿Quién rompe con quién? ¿Y a quién le importa, si mientras tanto la inflación baila y la pobreza sigue siendo un número que sólo entusiasma a los que hacen Excel con fe?

¿Y la inflación que ibas a destruir?

 La supuesta desinflación empieza a hacer agua. Cinco meses arriba del 2% y marzo apuntando al 3%. La expectativa de que Milei “por fin lo logró” ya no resiste análisis. Según Atlas Intel, la mayoría culpa al propio Gobierno. El mito libertario de que los empresarios son los únicos responsables ya no convence a nadie.

El problema no es el método. El problema es que no hay plan.

Milei quiso imponer un modelo de poder sin estructura, sin alianzas, sin gestión y sin calle. Sólo con redes sociales, trolls, y un relato grandilocuente. Pero cuando el humo se disipa, queda el vacío. Queda un país cada vez más solo, más fragmentado y más escéptico. Lo que viene ya no es Milei contra la casta. Es Milei contra la realidad. Y esa, hasta ahora, siempre gana. ¿Milei se quedó sin balas o sin enemigos? El show libertario que terminó en papelón.