Democracia S.A.: ¿Nos gobiernan o nos gerencian?

Nos prometieron el gobierno del pueblo, pero terminamos en una administración de crisis manejada como un call center. Si la democracia es solo un simulacro bien guionado, ¿seguimos eligiendo o solo participamos en un show bien producido?

Editoriales23 de febrero de 2025Jess BergesJess Berges
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Recojo el guante de mi colega Damián Gomez, quien en su reciente editorial “¿Y si es un fin de ciclo? El tecnofeudalismo”, se pregunta si el capitalismo está mutando en una versión todavía más perversa de sí mismo. Su planteo es apasionante, pero aquí vengo yo a preguntarles algo más inquietante: ¿y si la democracia, ese bello fetiche de la modernidad, se está devorando a sí misma con cuchillo y tenedor?

 

Tranquilos, que no vengo con un discurso libertario ni con una oda al orden espontáneo. Aclaro esto porque ya veo a algunos afilando los teclados para gritarme que soy anti-democrática. Pero vamos por partes. Wendy Brown nos advierte sobre el vaciamiento de la democracia bajo el neoliberalismo. En su libro “El pueblo sin atributos” nos dice, con una elegancia demoledora, que la democracia ha sido convertida en una cáscara sin contenido: los ciudadanos, degradados a consumidores; la soberanía, tercerizada en organismos tecnocráticos; la política, gerenciada como una empresa. ¿A qué nos suena?

 

Si la democracia era la gran promesa de emancipación, ¿en qué momento terminamos celebrando elecciones donde la opción es un mal menor tras otro? ¿En qué instante la gobernanza se transformó en un sinfín de siglas y acuerdos entre CEOs y burócratas que deciden nuestro destino sin que nosotros tengamos voz ni voto?

 

Nos vendieron la democracia como el gobierno del pueblo, pero el pueblo se redujo a un dato de encuestas, a un ente que aporta clicks y vistas en redes sociales. Hoy, gobernar ya no es una cuestión de proyectos colectivos, sino de administrar crisis con la eficiencia de un call center. Y en este contexto, ¿de verdad podemos decir que seguimos en una democracia, o es más bien un simulacro bien guionado?

 

Aquí es donde la política se vuelve un reality show con candidatos que parecen influencers, opinólogos con aires de rockstars y un debate público donde la profundidad de análisis dura lo que un video de TikTok. Mientras tanto, las decisiones de fondo se toman en oficinas donde nadie vota a sus integrantes y donde la gobernanza es una versión premium de la política, solo disponible para suscriptores con acceso privilegiado.

 

Entonces, volviendo a la pregunta central: ¿seguimos en una democracia o ya cruzamos la frontera hacia algo que no nos animamos a nombrar? Porque si la política es solo gestión eficiente de lo inevitable y la democracia se limita a un desfile de candidatos que nos dan la ilusión de elección, entonces quizá haya que aceptar que el sistema ya se fagocitó a sí mismo. Y lo hizo con una sonrisa de manual de autoayuda y el eslogan “así es la vida, acostúmbrese”.

 

La pregunta final es, por supuesto, la que incomoda: ¿vamos a seguir comprando el show o nos animamos a cambiar el libreto? 

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