
Del chaleco de fuerza a la derrota en Diputados: Milei en su peor semana
"De la motosierra a la podadora: Milei se quedó sin filo”
“Vos podrás gritar como energúmeno, putear en arameo y amenazar con meter presos a todos… pero hermano: los dólares se van y las inversiones no llegan. El resultado mata relato”.
Con esas palabras, Cristina Fernández de Kirchner volvió a irrumpir en el debate público con la precisión de quien no necesita más de 280 caracteres para marcar agenda. Su tuit no fue solo una respuesta, fue también un mensaje de fondo. Uno que interpela la política económica actual, el estado del país, y —aunque no lo mencione directamente— el modo en que el presidente Javier Milei busca construir poder: desde la agresión, la descalificación y la impostura técnica.
En momentos en los que el gobierno se muestra cada vez más cómodo en el barro de la provocación, Cristina opta por una respuesta política que expone la realidad económica sin necesidad de levantar la voz. No responde con insultos ni con adjetivos; responde con datos. Lo que hace CFK, en definitiva, es desmontar el andamiaje simbólico de un gobierno que dice estar “ordenando la economía”, mientras legaliza la fuga de capitales y deteriora día a día las condiciones de vida del pueblo.
Cuando el resultado mata al relato
El núcleo del mensaje de Cristina es simple, pero no por eso menos potente: la narrativa libertaria no resiste el contraste con la realidad. Mientras se agita la bandera del ajuste como una “hazaña heroica”, las cifras del propio Banco Central muestran que los dólares que Argentina tanto necesita no se usan para fortalecer la industria ni para impulsar el desarrollo, sino que se van del país vía el sector privado.
Según la propia CFK, en mayo se giraron más de USD 3.200 millones al exterior, y en abril, más de USD 5.200 millones. En total, ya se fugó el 44 % del préstamo del FMI. ¿Cómo puede sostenerse el relato de que “se acabó la joda” cuando lo que más crece es la especulación financiera, la bicicleta y la salida de divisas?
Cristina no está simplemente señalando un error económico. Está denunciando un modelo.
El grito como estrategia
Mientras la expresidenta argumenta con cifras, el presidente Milei levanta la voz. En el acto de apertura de campaña de su espacio en La Plata, Milei lanzó una serie de agravios personales contra el gobernador Axel Kicillof, a quien llamó “burro eunuco”, “pelotudo” y “pichón de Stalin”. También se refirió a los militantes kirchneristas como “kukas inmundos” y aseguró que su rol como presidente era “ser cruel” con los empleados públicos.
Los insultos no sorprenden —ya forman parte del estilo de Milei— pero sí es llamativa la intensidad con la que eligió apuntar contra Kicillof. Y ahí es donde vale preguntarse: ¿por qué Milei elige atacar con tanta saña al gobernador bonaerense? ¿Está realmente peleando con Axel o busca evitar medirse con Cristina?
Porque más allá de las campañas, de las proscripciones y de los intentos por correrla de la escena pública, Cristina sigue estando. Sigue siendo la dirigente que condensa la representación de un proyecto nacional y popular. Y lo que Milei sabe —aunque no lo admita— es que con ella no puede. Porque Cristina tiene espalda política, formación, coherencia y una historia de gestión que el presidente no puede igualar ni desmontar.
Por eso, algunos podríamos decir que Milei apunta contra Kicillof no por lo que Axel representa, sino por lo que Cristina sigue representando. Ataca al gobernador porque no puede (o no se anima) a polemizar con la expresidenta. Lo que Milei teme no es un proyecto de provincia: lo que teme es el recuerdo de un país en el que se podía gobernar con soberanía económica, inclusión social y una conducción que desafiaba al poder real.
Cristina y la política como acto de responsabilidad
En su tuit, Cristina no solo señala un problema económico. También muestra otra forma de hacer política. Donde Milei elige el agravio, ella elige la explicación. Donde el presidente busca enemigos, ella busca fundamentos. El contraste es evidente y, para quienes militamos un proyecto político, también es aleccionador: la conducción no se ejerce desde el grito, sino desde la verdad que emerge de los hechos.
Cristina no necesita estar en la boleta para marcar los ejes del debate público. Su capacidad de análisis, su comprensión de la macroeconomía y su compromiso con el destino del país siguen siendo herramientas políticas. Y eso incomoda. Porque cuando el relato libertario se cae, lo que queda es un país fragmentado, endeudado y con millones de argentinos que ya no encuentran respuestas en un gobierno que los trata como enemigos.
Conclusión: la batalla que no pudieron evitar
Intentaron correr a Cristina de la escena. Buscaron su proscripción judicial, la demonización mediática, el silenciamiento institucional. No lo lograron. Porque su liderazgo, lejos de construirse en los estudios de televisión o en los círculos empresariales, se forjó en la gestión, en la calle y en la historia. Y porque representa algo más profundo: el vínculo entre política y pueblo, entre conducción y proyecto, entre memoria y futuro.
Por eso Milei busca otra figura. Porque enfrentarse con Cristina sería una discusión de fondo, una que no puede dar. Entonces elige provocar, gritar, insultar. Pero, como ella bien dijo: el resultado mata relato. Y los resultados, a esta altura, hablan solos.
"De la motosierra a la podadora: Milei se quedó sin filo”
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