
Implosión
La caída del consumo, el aumento del desempleo y el vaciamiento del Estado profundizan una crisis estructural. El tejido social se desgasta mientras crecen la violencia, el individualismo y el desencanto político.
Editoriales30 de junio de 2025 Lic. Rosendo Martinez
El modelo económico muestra síntomas de agotamiento. Los pagos de tarjeta de crédito y préstamos personales están en el mínimo de los últimos tres años, el desempleo aumentó casi tres puntos porcentuales y la mayoría de los argentinos está "pluriempleada", trabaja de dos o más cosas aunque eso no implica que el 30% de quiénes registran un empleo sigan siendo pobres.
Un economista decía el otro día que era difícil que pudiera producirse un estallido; ante esa afirmación la pregunta es muy sencilla ¿por qué resiste la gente semejante agresión? La reducción acelerada del Estado abrió una nueva crisis; que podríamos denominar "la pérdida del interés por lo común". Un retiro a la vida personal, a los asuntos particulares que acelera los consumos problemáticos, la delincuencia y detona el tejido social ya gelatinoso.
Es notorio ver a una parte importante de nuestro pueblo muy ocupados trabajando en condiciones pre peronistas como emprendedores o rehenes de plataformas digitales. Lo cierto es que, el desinterés por lo común, por la apropiación del espacio público puede derivar en una espiral de violencia social muy aguda. Ante la ausencia de autoridad estatal florece la ilegalidad, un mundo en el que pueden refugiarse millones de Argentinos y Argentinas descartados por el modelo y dispuestos a todo para garantizar su supervivencia y la de los propios.
Esa dinámica acelera la implosión. Un fenómeno social amorfo que refleja la voluntad de hartazgo de un cuerpo social anómico, fragmentado y descordinado que puede producir muchos focos incendiarios sin un centro neurálgico y sin dirección política.
Con ese diagnóstico, el movimiento nacional y popular tiene una tarea central que es la de reconstruir la relación entre Estado y Sociedad.
La decisión de los poderes facticos de la Argentina de proscribir a Cristina apuntan a debilitar los resortes electorales de esa construcción de sentido. No es una novedad que la desarticulación de los liderazgos populares facilita la dispersión y el faccionalismo, algo similar a lo que sucede en Perú, donde ya ni siquiera es necesario consolidar un gobierno para garantizar la permanencia del statu quo.
Lo más peligroso que nos puede suceder en esta nueva avanzada que nos propone el liberalismo autoritario es la destrucción de las mediaciones sociales, el objetivo central de esta transición hacia otro modelo de sociedad. Imaginar un país sin sindicatos, sin clubes de barrio y sin comunidad sería la victoria definitiva, el sueño húmedo de los que odian todo lo que le da sentido al ser nacional.
Estamos en una encrucijada histórica, el mandato de la etapa es resolver rápido esta apatía y encender la esperanza... antes que sea demasiado tarde.


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