Héroe en Bahía Blanca: pierde todo por salvar a sus perros

En medio del devastador temporal que azotó Bahía Blanca, Alejandro, de 53 años, sacrificó su hogar y pertenencias para rescatar a sus tres perros. "Me queda la satisfacción de estar bien y de haber salvado a mis tres perros", afirmó entre lágrimas.

La Provincia09 de marzo de 2025
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El reciente temporal que azotó Bahía Blanca dejó una estela de destrucción: 13 víctimas fatales y más de 1.000 evacuados. Entre las innumerables historias de pérdida y valentía, destaca la de Alejandro, un vecino de 53 años del barrio Ingeniero White, quien lo perdió todo al priorizar la vida de sus tres perros.

El día del desastre, Alejandro y su esposa disfrutaban de unos mates en su hogar. Sin previo aviso, el agua comenzó a brotar desde el suelo de madera, inundando rápidamente la vivienda. "Los pisos de esta casa son de madera, entonces empezó a brotar el agua de abajo y tuvimos que salir", relató. La situación se tornó crítica cuando el nivel del agua alcanzó la altura de las banquetas, destruyendo su medio de sustento: los maples de huevos que vendían. "Mi señora se volvió con mi perra porque casi se ahoga. Toda la gente se iba, no quedaba nadie", recordó Alejandro.

La pareja, enfrentando la adversidad, decidió actuar. En medio de la tormenta, lograron rescatar algunos muebles y, lo más importante, a sus tres perros. "Terminamos de vaciarla. Lo único que nos quedó es salir corriendo, salvar a los perros y salvarse uno", expresó con resignación. Su vehículo, un auto diesel que tanto esfuerzo le costó adquirir, también sucumbió ante la inundación. A pesar de sus intentos por protegerlo, el agua lo cubrió por completo. "El agua llegó hasta arriba, una vez que alcanzó al volante le desconecté la batería y ahí quedó", lamentó.

Dos días después del desastre, Alejandro regresó a su hogar para evaluar los daños. La escena era desoladora: pisos deformados, muebles inexistentes y una estructura comprometida. "Se mueve todo el piso, las maderas se inflaron todas porque es lo primero que se brotó. Está todo roto, todo hinchado y no sirve nada", detalló. Con solo ocho meses en esa casa, después de una vida en departamentos, Alejandro buscaba comodidad y un espacio para su familia y negocios. "Me fui a una casa para estar más cómodo", confesó. Ahora, enfrenta la cruda realidad de tener que demoler lo que con tanto esfuerzo construyó. "Esta casa va a haber que tirarla abajo", concluyó.

A pesar de la devastación material, Alejandro encuentra consuelo en lo esencial: la vida. "Me queda la satisfacción de estar bien y de haber salvado a mis tres perros", afirmó. Con lágrimas en los ojos, recordó a su hijo fallecido y expresó su esperanza de recibir ayuda desde el cielo. "Lo único que puedo hacer es llorar. Espero que mi hijo me ayude desde el cielo", compartió. Su espíritu resiliente lo impulsa a seguir adelante, pensando en sus nietos y en la posibilidad de reconstruir. "Hay que volver a empezar, mientras podamos estar bien", reflexionó.

La comunidad de Ingeniero White no estuvo sola en esta tragedia. Alejandro y su esposa, junto a otros vecinos, se unieron para ayudar a quienes lo necesitaban. "Ayudamos a una señora mayor, la sacamos en andas con el agua hasta el pecho porque se hundía. Pasamos una noche en la casa de un vecino y al otro día salimos", narró. Este espíritu de solidaridad y humanidad resalta en medio de la catástrofe, demostrando que, incluso en los momentos más oscuros, la empatía y el apoyo mutuo prevalecen.

La historia de Alejandro es un testimonio de sacrificio y amor incondicional hacia sus mascotas, recordándonos que, en situaciones límite, lo verdaderamente valioso trasciende lo material.

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